La Fama dice:

I

2north1El hombre que no tiene casa no tiene apegos.

Agnolo Gaddi nació en una Casa de estirpe Real: la casa de los pintores Gaddi. No podrías creerte el apego que Agnolo tenía por su propia casa. Hijo de un rey de la pintura, Agnolo Gaddi es el último príncipe de la Casa; inventa incluso un escudo de armas para su familia que parece un pastel de carne con ajilimójili.

Pero ‘Cual el linaje de las hojas, tal es el de los mortales’ escribió Homero hace más de mil años. Como el linaje de las hojas que barre el viento. Esta es la historia de una Casa que cae a pedazos como la Casa Usher. O como la forma feliz de una nube pasajera. El esplendor y la disolución de los Gaddi tomó tres generaciones. La estirpe comienza con el abuelo Gaddo Gaddi continúa con el hijo Taddeo Gaddi y termina con el nieto, Agnolo Gaddi. La casa que comienza con humildes pintores termina con soberbios comerciantes. De hecho, los hijos de Agnolo ya no querrán  llevar los hábitos del pintor prefiriendo los hábitos del mercante… En la Casa de los Gaddi se monta un Teatro de Necedades y los que se pone en escena es la Fama.

 II

Yo estaba ahí cuando el griego Milón de Crotona desgajó por el centro a un roble y lo separó en dos como si fuera una tijera elástica. Ahí tenías al fornido atleta temblando de fuerza manteniendo abierto al roble. Los fuertes brazos parecían enroscados de serpientes. Parecía que las venas iban a explotarle. Le serpenteaban venas moradas en la frente. Y de repente, que el árbol regresa con fuerza a su forma antigua ¡Trac! Y ahí queda Milón de Crotona atrapado en medio del roble: por aquí sale un brazo y por allá una pierna cual torcidas ramas. Yo estaba ahí cuando la multitud rió a coro de Milón. Me he habituado a ver cosas terribles. Las mitigo cantando. Me he habituado a los leones. ¿No vi cómo la turba apedreaba a Milón de Crotona atrapado en el árbol cuando antes, en el lanzamiento de disco, lo adoraban? ¿No vi a los niños mofarse del que antes llamaban ¡Hércules! ¡Hércules! O ¡Héroe!¡Héroe!?

Agnolo Gaddi también abrió un árbol: el Árbol de la Avaricia. Lo sostuvo con los brazos abiertos como tijera elástica por tres décadas. ¡Hércules! ¡Hércules! Y de repente ¡trac! Agnolo Gaddi quedó preso en medio del árbol de la Avaricia que se le cerró encima a la manera de una trampa para lobos. Pero en esta ocasión no quise ver cómo la muchedumbre se ensañaba con Agnolo como antes lo hicieran con Milón, así que abrí el Árbol de la Avaricia para que Agnolo saliera por su propio pie.

En una vieja fábula de Esopo se cuenta cómo  Prometeo puso en los hombres dos alforjas: en una se cargan los defectos ajenos y se lleva por delante, en la otra se cargan los defectos propia y se lleva por detrás: por eso nadie puede ver los defectos propios y sí los de los demás. Veamos la espalda de Agnolo alejarse por el camino: he ahí a un hombre preso que después fue liberado. He ahí a un humano…

III

Agnolo Gaddi no es el personaje principal del drama La Caída de la Casa Gaddi. Agnolo es el encargado de mantener prendida a duras penas una llama que pierde oxígeno. La llama está a punto de apagarse y apenas calienta las manos frías. La llama azul sobrevive dando brincos como fuego fatuo en una ciudad donde otras llamas más vivas comienzan a incendiar edificios y templos. Es el fuego de una nueva generación de artistas que no quiere dejar ni una sola trabe sin el tizón y la chispa. Agnolo habrá de batirse a duelo con esta generación volcánica. Y habrá de perder. Agnolo sólo era un hombre tratando de salvar la llama de su propia Casa Real.

A todos los Gaddi puedes visitarlos en la sepultura familiar, ahí, en Santa María Novella. En la fría losa, tan fría como la llama familiar otrora tan viva, debería poder estar grabada esta inscripción imaginada: ‘Prefiero ridículas pinturas que el divino comercio de llamativa fama’ (Cicerón)